El Maestro Relojero: introducción a la reparación de relojes antiguos

La reparación de relojes antiguos es una tarea ardua y escasamente valorada, por ello el oficio del relojero restaurador está en peligro de extinción.

Este artículo que nos ocupa va dedicado a Hans Jendritzki (1907-1996) Maestro Relojero alemán y escritor de numerosas obras relacionadas con el mundo de la relojería. Su primera obra publicada en 1937 y la última ” La reparación de las péndolas antiguas” en 1981. Les dejo con la introducción de este formidable libro para iniciarse en la reparación de relojes antiguos:

La reparación de relojes antiguos suele dar más trabajo que con los relojes modernos, cuyas piezas de recambio son baratas y fáciles de obtener. Para poner en condiciones un reloj antiguo es necesario acudir a viejas técnicas del arte relojero y con mayor razón cuando se trata de devolverle a un <> viejo, con habilidad y tacto, su estado inicial. Naturalmente, nunca será posible hacer que ese reloj de resultados iguales a los de los relojes modernos.

¿En qué estado llegan estos relojes a manos del relojero? Aparte de estar muy sucios, herrumbrosos y con varias piezas perdidas, muchas veces manos inexpertas han intentado repararlos, sin método, dejando en ellos huellas indelebles.

A veces el relojero se enfrenta a situaciones que por obedecer los deseos del cliente, que quiere que el reloj funcione a toda costa a un precio bajo, se arriesga a que éste pierda su valor como antigüedad.

El renombrado coleccionista Ernst V. Bassermann-Jor-dan escribía: “Reemplazar las piezas originales en un reloj antiguo representan una pérdida de valor como antigüedad y constituye casi una falsificación.”

El profesor Van Bertele dice al respecto: “En la mayoría de los casos es normal tener en cuenta el desgaste debido al uso, los perjuicios causados por las limpiezas regulares y las perturbaciones debidas a reparaciones inevitables. Pero no olvidemos que los relojes salidos de los talleres de los grandes maestros relojeros suelen llevar el sello de una intención bien determinada de su creador; por lo tanto, cuando se los debe reparar, hay que saber captar esa intención y restablecer el estado inicial, contentándose con remediar el deterioro. Es lo que actualmente entendemos por <>. Debe establecerse una distinción muy clara entre mantener y conservar el trabajo de nuestros maestros antiguos y el dominio de las imitaciones y falsificaciones. Designaremos como falsificación todo lo que ha sido hecho con el fin de aumentar el valor histórico de venta, añadiendo propiedades que no existían anteriormente.”

Fabricación-áncora-de-GrahamAún antes de desmontar la máquina, tendremos ya una imagen clara del estado del reloj, pero no sin someterlo previamente a un baño de limpieza. En primer lugar, evítese desarmar un mecanismo desconocido, por más simple que parezca, antes de hacer un croquis, o mejor <> una foto del mecanismo. La experiencia nos enseña que reparar estos relojes exige un tiempo bastante largo, y que surgen a veces ciertas dificultades al volver a armarlos. Por otra parte, las fotos, de por sí interesantes, tarde o temprano pueden ser utilísimas para eventuales investigaciones. Cada pieza de los relojes antiguos se fabrica individualmente: por eso los tornillos y clavijas no son intercambiables y sólo encajan en donde han estado ajustados originalmente. Los puentes, especialmente, deben ser vueltos a colocar en el lugar donde se los halló. Se observará también si hay marcas de referencia; de no haberlas, se pueden aplicar signos propios o tomar medidas preventivas que nos presten ayuda. La falta de organización y precisión sólo ocasionará inútiles pérdidas de tiempo.

Cuando se repone una pieza faltante, a veces se gana tiempo creando una pieza provisionaria de chapa delgada, para determinar la forma desconocida y así <>. Se evita de esa manera dedicar tiempo a la fabricación de una pieza definitiva que podría no funcionar. Al emprender un trabajo semejante se tratará de establecer un presupuesto ya después de un primer análisis, con lo que se evitarán decepciones (al cliente y al relojero). Es importante anunciar cuanto antes cualquier imprevisto que pueda aumentar el precio del trabajo. El relojero, como cualquier artesano, debería exigir sin reservas un precio elevado. Cuando se fabrican piezas nuevas suele ser necesario hacer cálculos y dibujos que exigen mucho tiempo, a los que vienen a sumarse los gastos eventuales del montaje en la casa del cliente, los gastos de transporte y cálculo, las facturas de otros artesanos, etc.

Finalmente, quien posee un reloj conoce su valor, al menos el valor que representa para él. Ocuparse de relojes antiguos, pese a las dificultades y gran trabajo que significa, es motivo de alegría profunda, aunque más no sea porque es una actividad que se encara con la convicción de que no sólo es útil, sino también realizable.

Para terminar, podría decirse que sólo cabe emprender la restauración de un reloj cuando se está en condiciones de hacerlo con perfección y a entera satisfacción del cliente.

Algunos libros de H. Jendiritzk:

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